martes, 9 de febrero de 2010

cuento de enero




Había un pueblo, en Orense, perdido entre las pocas montañas. Allí vivíamos nosotros, en Piñor. Eramos una familia alegre hasta que murió mi madre, hace casi cinco años.
Ahora vivimos mi padre, mi hermano, un año mayor que yo y yo. Mi madre murió de cáncer de pulmón, pero ella no fumaba, era mi padre. Cuando ella murió mi padre lo dejó.

Estábamos planeando irnos de viaje diez días a Roma. Ya teníamos todo preparado. El viaje reservado, los sitios que íbamos a visitar, el hotel...
Nos íbamos en un mes cuando a mi padre le echaron del trabajo. Su jefe era el vecino quer vivía
en la casa de atrás.
Dos días más tarde nos encontramos a María, la hija del jefe de la empresa donde trabajaba mi padre, tirada en medio de la acera con muchísmos golpes, heridas y dos huesos rotos. Al principio no le reconocimos de lo mal que tenía la cara. No dudamos en llevarla a su casa y avisar a los padres de María, que estaban trabajando, se la llevaron al hospital, y allí estaba esperando la policía.

Mi padre no estaba allí, María le había dicho a la policía que mi padre fue quien le había pegado aquella paliza. La policía enseguida con nuestra ayuda, descubrió dónde estaba. Allí le encontramos, en lo alto de un edificio de ocho plantas a punto de suicidarse.
Consiguieron cogerle a tiempo. Al día siguiente fue el juicio, en él le pusieron una condena de cuatro años por intento de asesinato.

Pasaron unos días hasta qe María se recuperó.

En cinco días tenámos planeado irnos a Roma, y lo hicimos. Nos fuimos los padres de María, María, mi hermano y yo.

A partir de ahí, nos fuimos a vivir con ellos.
Una semana más tarde de volver de Roma, fuimos a nuestra antigua casa a recoger algunas cosas.
Y al entrar, frente a la puerta, en un mueble pequeño, había una carta escrita por mi padre, pidiéndonos disculpas a mi hermano y a mí por lo mal que se había comportado en este tiempo.
Según la acabamos de leer, la cogimos, y sin dudarlo la tiramos a la chimenea. Nos quedamos llorando por haber hecho aquel acto, pero no teníamos otra opción.

Mi padre murió de cáncer casi al salir de la cárcel.

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